“Para cualquier economía nacional, la economía mundial es una fuente genérica de oportunidades y, también, de amenazas; la expansión tendencial de los mercados y de la demanda y la creciente circulación de factores productivos (capital, conocimiento y, en menor medida, mano de obra) representan el “buen” lado, mientras que el permanente surgimiento de nuevos competidores, las fluctuaciones cíclicas y la volatilidad financiera constituyen un potencial perjuicio. La “mejor” inserción internacional de una economía nacional dada será, entonces, aquélla que maximiza las primeras y minimiza las segundas, tal que el impacto neto sobre la sociedad sea el de mayor beneficio posible; a su vez, la idea de “mejorar” la inserción internacional supone que la situación presente es sub-óptima y que es posible identificar, y recorrer, una trayectoria optimizadora. Las cuestiones involucradas en esta simple formulación son muy complejas; por supuesto, no hay información “perfecta” para identificar tales oportunidades y amenazas, ambas constituyen siempre un “blanco móvil”, los grados de libertad están limitados por factores estructurales y políticos y, no menos importante, la medida y la representación de aquel beneficio social nunca pueden considerarse dadas e indiscutibles. Esto implica reconocer que puede haber más de un objetivo y más de una trayectoria (cualquiera sea el objetivo) y que no hay garantía de éxito. Por si fuera poco, tampoco hay una única manera de pensarlo: la discusión teórica no está cerrada”.
Fuente: Porta, Fernando (2005) “Especialización productiva e inserción internacional. Evidencias y reflexiones sobre el caso argentino”, Centro Redes. (Documento preparado para PNUD, Proyecto FO/ARG/05/012)
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